miércoles, 9 de diciembre de 2015

Guy Girard/Friedrich Nietzsche

Pierre-André Sauvageot, collage
Guy Girard alcanza el número 17 de sus autoediciones en Saint-Ouen con Le déménagement du territoire, diálogo con buena parte de las sentencias e interludios que agrupó Nietzsche en la sección cuarta de Más allá del bien y del mal.
Como este libro era uno de mis favoritos de Nietzsche, tuve la suerte y la diversión de poder cotejar los textos de Guy Girard con los suyos. El ejercicio retrotrae a Isidore Ducasse y puede decirse que podía haberse explorado más de lo que se ha hecho en el surrealismo y fuera de él. Guy Girard elude las sentencias misóginas, uno de los puntos endebles del pensador alemán, por no hablar de aquella estupidez del “superhombre” o de la “voluntad de poder”, que como mínimo eran expresiones mal elegidas. En los “años de penitencia”, que decía Octavio Paz, recuerdo la electricidad de Más allá del bien y del mal y sobre todo de La genealogía de la moral, pero también el cansancio rápido que me produjeron las majaderías de Zaratustra, nada proclive que he sido siempre a los gurús (otro que me pareció insoportable por los mismos años era el Don Juan de Castaneda): creo que la verdad no debe buscarse con ayuda de nadie, y en este sentido André Breton no fue para mí sino alguien que confirmaba mis intuiciones (lo que no es poco en un mundo hecho de opacidad y mala fe, que solo busca desviarnos de toda autenticidad).
Es una delicia tanto leer las sentencias autónomamente como contrastándolas con las nietzscheanas. Escribe Nietzsche: “Una cosa que queda explicada deja de interesarnos. ¿Qué quería decir aquel dios que aconsejaba: «¡Conócete a ti mismo!»? ¿Acaso esto significaba: «¡Deja de interesarte a ti mismo! ¡Vuélvete objetivo!» ¿Y Sócrates? ¿Y el «hombre científico»?” Y Guy Girard: Una cosa inexplicable deja de emocionarnos. ¿Qué quería callar el que nos obligaba a la objetividad? Percevaldoror invita al gayo saber”. Nietzsche: “Quien no sabe encontrar el camino que conduce a su ideal lleva una vida más frívola y descarada que el hombre sin ideal”. Y Guy Girard: “Quien, llevado por su revuelta, encuentra el camino de su ideal vive de manera más insolente, más luminosa que quien tiene el ideal frívolo”. Nietzsche: “El sentido de lo trágico aumenta y disminuye con la sensualidad”. Y Guy Girard: “El sentido de lo maravilloso aumenta y disminuye con la sensibilidad”. Son solo tres ejemplos de las 55 “sentencias” que componen Le déménagement du territoire.
Como de costumbre, el cuadernillo de Guy Girard lleva un precioso frontispicio de Pierre-André Sauvageot, en este caso remitiendo a la nota introductoria de Guy Girard, que versa sobre el lugar de Nietzsche en “el arsenal filosófico del surrealismo”, citando a Georges Bataille, André Masson, René Char, Georges Henein y, por supuesto, el capítulo bretoniano de la Antología del humor negro, pero también una rareza como el exaltado, virulento poema de Fanny Beznos en el n. 9-10 de La Révolution Surréaliste. Georges Sebbag ha dedicado, en sus libros sobre el surrealismo y la filosofía, páginas muy agudas a Nietzsche, desde su ensayo sobre la Mole Antonelliana, pero ya inaceptable es un reciente intento por demostrar que el principal progenitor intelectual del surrealismo no fue Freud ni Hegel, sino Nietzsche. Curiosamente, en el juego de “Ouvrez-vous?” (Médium, n. 1, 1953), Nietzsche recibía nueve síes y cinco noes (entre estos el de Adrien Dax: “No, debe hablar demasiado alto”, y el de Wolfgang Paalen: “No, admiraba demasiado la armada prusiana”).
Con esta publicación de Guy Girard (que ya había incluido a Nietzsche en uno de los sueños de su Abrégé d’histoire universelle vu en rêve, donde se lo encontraba cerca del Madrid revolucionario cuando se dirigía con unos anarquistas a fusilar una estatua de Cristo, y con quien sostenía unas “confusas consideraciones estéticas sobre las latas de sardinas”), estamos ante otro de los capítulos de Nietzsche y el surrealismo. Para Guy Girard, “el eco de su risa es el de la tragedia permanente del individuo confrontado no tanto a lo que lo aliena (en el sentido en que esto implica una dialéctica) como a lo que lo encierra en el juego de espejos mortíferos de la moral dominante”. Y en este sentido el mejor Nietzsche continúa siendo un pensador liberador.